Ordenada, estudiosa, impecable, laboriosa, con una gran sonrisa y llena de ganas. Así llegó Marisa a nuestras vidas. Así nos fue inundando de todos sus años –desde tan jovencita- de caminar las aulas, de conocer niños y de todo lo que había aprendido. Así nos inundó de ideas, de incontables horas en la computadora, de presencia en reuniones, de habitar los años de la vida escolar y de todos nuestros niños que aún faltaban por vivir. Así, con su prolijidad, con sus ideas claras, con su acompañamiento constante, empezó a ser parte de nuestro querido Colegio.
Marisa es una de esas personas que nos hacen pensar que el amor y el compromiso no se declaman, se viven. El profundo vínculo de responsabilidad con una idea, con otros, con un proyecto, se forja muchas veces en el silencio de cada paso, con cada hecho y con cada acción que no necesita de grandilocuencias ni de rimbombancias…. a veces el transitar sigiloso de alguien que repara en cada detalle, en cada necesidad, en cada singularidad, es lo que nos termina demostrando lo que es estar firmemente comprometido con esa idea, con esos otros, con ese proyecto.
Todos crecimos en estos años, y no sin esfuerzo, y ella ha sido un cimiento incuestionable de ese fortalecimiento. Marisa ha sido una presencia constante sin la cual hoy, nuestra querido Colegio Joan Miró, no sería el mismo, porque deja una huella imborrable y más que una huella, se ha convertido en una parte de cada espacio, de cada historia, de cada verdad con la que avanzamos, día a día, pisando fuerte como ideario institucional.
Para todo eso hay un ingrediente básico, que no es fácil de encontrar. Y se trata de la excelencia como persona.
Hoy Mari se va pero no se va…. porque nadie se puede ir de lo que ayudó a construir, de lo que es parte y de lo que será parte para siempre.
INFINITAS GRACIAS!